Los cítricos proceden de Oriente, China e India, desde donde se extendieron por todo el mundo. En el siglo X los árabes introducen en España el naranjo amargo y el limonero, en principio se apreciaron por su carácter ornamental y fue en el siglo XV cuando se empezaron a valorar como frutales.
En España los cítricos se adaptaron muy bien al clima levantino sin embargo no hubo plantaciones regulares hasta finales del siglo XVIII. Fue con la introducción de las naranjas dulces cuando se creó el gusto y la afición por el consumo de estas frutas que hasta entonces no existía.
Durante la primera mitad del siglo XIX el crecimiento de la citricultura fue lento, posteriormente los resultados comerciales empezaron a ser positivos sobre todo en el campo valenciano por las condiciones climatológicas, la calidad de los suelos y la facilidad del riego entre otros factores. Aumentó el cultivo y la producción, y en las décadas de 1860-1870 los cítricos empezaron a alcanzar una importante significación económica y exportadora que supuso el inicio de la gran expansión actual.
Con la tecnificación de los huertos, comenzó la exportación a Francia, Gran Bretaña y otros países europeos casi siempre por comerciantes mallorquines. En poco tiempo la naranja pasó a ser uno de los principales productos de exportación española.
El cultivo de la mandarina se introduce en el año 1858 y unos años más tarde la variedad de naranja sanguina, procedente de la isla de Malta. Finalmente el pomelo, de reciente introducción, fue importado de Estados Unidos.